Comentario
Dentro del judaísmo actual, el movimiento ortodoxo es uno de los más heterogéneos y difíciles de definir, dado el amplio número de corrientes que alberga, desde la ortodoxia moderada hasta el hasidismo. Otro problema es que, a diferencia de otras ramas del judaísmo, carece de una organización definida.
Los orígenes del moderno judaísmo ortodoxo hay que buscarlos en la Alemania del siglo XIX, cuando el rabí Samson Raphael Hirsch lo postula como una reacción frente a las propuestas reformistas. Hirsch defendía que frente a los postulados reformistas de cambio para afrontar el reto de la modernidad, la ortodoxia debía defender la tradición y la costumbre judías. No obstante, la ortodoxia no se opone a aspectos del mundo moderno como la investigación científica, sino sólo a algunos campos concretos, como la crítica bíblica, que contraviene los dogmas religiosos.
Para los ortodoxos la Torá escrita tiene el mismo valor que la oral, de tal forma que los mecanismos y decisiones necesarias para afrontar las nuevas circunstancias están contenidas en la ley judía (halakhah), no siendo necesario buscar nuevas respuestas.
En el Israel actual, pese a ser concebido como un país en el que tuvieran cabida todas las ramas del judaísmo, la ortodoxia domina la vida religiosa, dividiendo la sociedad israelí en una mayoría laica y una minoría ortodoxa que, además, sostiene el poder político. El origen de este problema está en los primeros tiempos del Estado, cuando sus principales promotores, sionistas seculares, dejaron la cuestión religiosa en manos de las autoridades ortodoxas oficiales. Con el tiempo, la corriente ortodoxa ha conseguido convertirse en la religión de Estado, arrinconando a las otras corrientes y postulando ser la única forma legítima de judaísmo en Israel.
El problema, de índole religiosa y política, enturbia las relaciones entre Israel y la Diáspora, por cuanto los judíos de fuera de Israel son mayoritariamente pertenecientes a doctrinas no ortodoxas.
Otra cuestión es la que hace referencia a la identidad judía. En principio, todo judío tiene cabida en el nuevo Estado de Israel, siéndole concedida la nacionalidad a cualquier emigrante. La ultraortodoxia, por el contrario, se opone a esta concesión de ciudadanía, intentando invalidar la autoridad de los rabinos no ortodoxos y en general de todo judío que no pertenezca a su movimiento. El resultado final es un clima de tensión entre ortodoxos y el resto de corrientes, que habitualmente se unen para defender el aperturismo y la diversidad del mundo judío.